Fuente 1. “Inspirada
por Rosas, la Federación pretendió restaurar el orden colonial. Aunque con
vacilaciones y entre mil dificultades, los gobiernos de los primeros
veinticinco años de la independencia habían procurado incorporar al país a la
línea de desarrollo que había desencadenado la revolución industrial en Europa
y los Estados Unidos. La Federación, en cambio, trabajó para sustraerlo a ese
cambio y para perpetuar las formas de vida y de actividad propias de la colonia.
Desarrolló el paternalismo político, asimilando la convivencia social a las
formas de vida propia de la estancia, en la que el patrón protege pero domina a
sus peones; abandonó la misión educadora del Estado prefiriendo que se
encargaran de ella las órdenes religiosas; destruyó los cimientos del progreso
científico y técnico; canceló las libertades públicas e individuales
identificando la voluntad de Rosas con el destino nacional; combatió todo
intento de organizar jurídicamente el país, sometiéndolo de hecho, sin embargo,
a la más severa centralización. Tal fue la política de quien fue llamado
“Restaurador de las leyes”, aludiendo sin duda a las leyes del régimen colonial
español. ”
(José
Luis Romero, historiador argentino contemporáneo, Breve Historia de la Argentina. Eudeba, Buenos Aires, 1965.)
Fuente 2. “El autonomismo bonaerense (mejor que
rosista, pues esta era la postura de mayoritarios sectores de grupos
dominantes: terratenientes, comerciantes, financistas, intelectuales,
cualquiera fuese su filiación política), constituyó la condición necesaria para
la recomposición y el mantenimiento del orden social favorable el desarrollo de
los grupos dominantes a la provincia. Rosas fue llamado “restaurador de las
leyes” porque aseguró la vigencia y el cumplimiento del ordenamiento
institucional definido durante la gestión de Martín Rodríguez, a comienzos de
1820, base del poder terrateniente bonaerense.
Existe
cierto consenso en la caracterización de Juan Manuel de Rosas como “hombre de
orden”, pero no debe entenderse esto como una mera oposición al “desorden”.
Rosas era partidario de “un cierto tipo de orden social y político” diferente
y/u opuesto a otras propuestas planteadas contemporáneamente por enemigos y
adversarios. […]. Los terratenientes ganaderos bonaerenses (que también fueron
comerciantes, usureros, militares, y desempeñaron algunas de esas actividades,
o todas al mismo tiempo, como por ejemplo los Anchorena) necesitaban de una
orden social que les asegurara la acumulación de capital. El lento desarrollo
de las relaciones de producción capitalista en el campo bonaerense, durante la
primera mitad del sigo XIX, no la podía asegurar sin el riguroso control del
poder político, especialmente a partir del control de la fuerza de trabajo. En
el contexto de este proceso económico y social se pude comprender mejor por qué
el discurso federal de Rosas se opuso a su práctica autonomista: los interés
económicos del grupo dominante de Buenos Aires (y del futuro país) eran incompatibles,
en esa época, con la constitución de un gobierno de unión nacional.”
(Waldo
Ansaldi, Rosas y su tiempo, selección y
prólogo. Centro Editor de América Latina (Colección Historia Testimonial
Argentina, núm. 24, Buenos Aires, 1984.)
Fuente 3. “Rosas fue al gobierno en 1829 como
hombre “de orden”. No era político, y llegaba a las posiciones públicas como
consecuencia de sus actividades privadas.
Era el hombre serio, de trabajo y de acción, de quien se esperaba
restauraría el imperio de “las leyes” tan conculcadas hasta entonces. Sabíase
que el “Restaurador de las leyes” no toleraría ninguna infracción a ellas, de
la misma manera que el estanciero de “Los Cerrillos” no aceptaba
tergiversaciones a sus reglamentos camperos.
Pero
Rosas era algo más que un hombre de orden. Era argentino por excelencia, en
quien se encarnaban todas las virtudes y todas las posibilidades de la raza
criolla. Al elegirlo gobernador en las difíciles circunstancias del año,
presentíase al único defensor posible de la nacionalidad; Rosas era el polo
opuesto de Rivadavia, hasta en lo físico: si éste fue hacedor de proyectos,
aquél, en cambio, construyó realidades; mientras uno soñaba con una Argentina
europeizada, el otro trataba de salvar la Argentina de siempre”.
(José
María Rosa, Análisis Histórico de la
Dependencia Argentina, 1973)
Fuente 4. “De primer estanciero agricultor de
Argentina y América y pionero de la industria saladeril a hacendado rutinario
empírico y tradicional […] las imágenes que la historiografía nos devuelve de
Juan Manuel de Rosas como productor agropecuario parecen recorrer todo el
espectro posible de calificativos […] Si no fue un innovador, por lo menos supo
interpretar con éxito y perspicacia las señales del mercado y arriesgar sus
capitales en empresas que, como la salazón de las carnes, aunque presente en la
época colonial tardía, era relativamente nueva en esta banda del Rio de la
Plata. Ni pionero ni retardatario, más cerca del mainstream [corriente
principal] de lo que se pensaba, este hacendado un poco maniático y obsesivo
fue un empresario de éxito. Su rutilante y estelar carrera política, así como
lugar central que ocupó en la historia argentina de la primera mitad del siglo
XIX, ha ocultado en parte ese otro aspecto igualmente exitoso de su vida: el de
su trayectoria como un estanciero que empezó administrando estancias ajenas y
acabó convertido en uno de los terratenientes más grandes, y, al parecer,
prósperos de la pampa. Así y todo fue simplemente uno más.”
(Carlos
A. Mayo, Juan Manuel de Rosas, el
estanciero, 1997)
Fuente 5. Esto pasó
Un 26 de agosto …
… de 1836 el gobernador
Juan Manuel de Rosas dispuso el restablecimiento de la Compañía de Jesús,
aunque el regreso fue un capítulo conflictivo, que terminó en expulsión pocos
años más tarde.
En 1767 el rey Carlos III ordenó la
expulsión de los jesuitas, por razones políticas, en todo el territorio de las
colonias americanas. De esta manera se produjo el cierre de los numerosos
establecimientos de la orden con una intensa actividad económica y educativa.
Rosas dispuso el retorno de los jesuitas y en diciembre de 1836 se les otorgó
permiso para dar clases de gramática latina, griego, retórica, teología,
filosofía y derecho, entre otras materias. Las aulas se abrieron en el viejo
colegio de la compañía, el número de jesuitas se
elevó a 39, y se anotaron numerosos alumnos. Pero al poco tiempo fue evidente
que en la compañía no toleraban el culto a la personalidad
de Rosas que tenía lugar en la Iglesia, fomentado por el mismo obispo quien
impedía el ingreso en los templos a aquellos que no usaban el distintivo
federal. Los jesuitas tampoco predicaron a favor de los federales, no exhibían
la divisa en el colegio ni prohibían a sus alumnos el uso de prendas azules o
celestes, considerados colores unitarios. Según el gobernador “los que no están
del todo con nosotros están contra nosotros” y esa regla fue aplicada a la
compañía. Las agresiones de los partidarios de Rosas fueron creciendo hasta
que, en octubre de 1841, las calles de la ciudad se estremecieron al grito de
“¡mueran los jesuitas salvajes unitarios ingratos!” Los alumnos fueron
retirados de la escuela y el padre Mariano Berdugo, rector del colegio, buscó refugio
para varios sacerdotes en casas amigas. Finalmente, en marzo de 1843, la
compañía fue nuevamente expulsada.
Intervenciones que realizaría
- Lee atentamente estas selecciones de diversos autores que escribieran sobre Rosas. Extrae la idea principal de cada uno. ¿Qué aspecto de la gestión de Rosas te parece que resaltan?
- Compáralas entre sí. ¿Cuáles son las principales diferencias entre ellas? ¿Hay coincidencias?
- Realiza un cuadro de doble entrada donde establezcas los aspectos negativos y positivos señalados por los distintos autores.
- Busca otra bibliografía y fíjate si las posturas concuerdan con éstas, o si son diferentes y agrégalas en ese cuadro.
- ¿Por qué algunas opiniones son tan diferentes de las otras? ¿Qué ideología o qué ideas te parece que tienen?
Excelente propuesta Stella! Destaco tu participación en este blog. Felicitaciones.
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